En Argentina, la educación tiene “retornos positivos”: alcanzar un mayor nivel educativo permite obtener mayores ingresos. Esa conclusión surgió del informe “Retornos de la educación: ¿Vale la pena estudiar?”, del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Cecilia Adrogué (CEDH-UdeSA-Conicet), Gabriela Catri, Martín Nistal y Víctor Volman (Observatorio de Argentinos por la Educación).
El informe aportó evidencia sobre los retornos privados de la educación, es decir, sobre los beneficios económicos que obtienen quienes invierten más tiempo en su educación. Para eso, analizaron los datos de ingresos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) realizada por el Indec.
Diferentes niveles
Los datos de la EPH muestran que aquellas personas con mayor educación reciben ingresos superiores, según se observa al comparar los salarios por hora para cada edad según el máximo nivel educativo alcanzado. Por ejemplo, a los 22 años el salario por hora de una persona con nivel universitario completo es en promedio $ 236 (en pesos del tercer trimestre de 2021), mientras que para una persona con secundario completo la cifra es $184 (un 22,0% menos).
Al estimar los ingresos a lo largo de la vida, también se observa que quienes alcanzan mayor nivel educativo obtienen mayores ingresos. Por ejemplo, una persona que completó la universidad suma ingresos por $ 32,0 millones entre los 23 y los 65 años (millones de pesos equivalentes del tercer trimestre de 2021), mientras que quien solo completó el nivel secundario, suma $ 20,4 millones en ese período. Y quien solo completó la primaria recibe $ 14,2 millones.
El sistema educativo
“La educación de nuestros niños y jóvenes es el camino para lograr el desarrollo humano al que aspiramos -resaltó Cecilia Adrogué, coautora del informe-. Es un proceso en el que cada día cuenta. Este 2022 presenta un gran desafío y una gran oportunidad: revincular a tantos niños y jóvenes que se han caído del sistema educativo con motivo de la pandemia, y fortalecer los aprendizajes de tantos otros que vieron truncada su educación por diversas carencias”, agregó.
En el informe se advirtió que estas diferencias salariales no se deben exclusivamente al nivel educativo alcanzado, ya que también influyen otros factores como el nivel socioeconómico de los padres, el capital cultural, la inteligencia innata, la región geográfica, la experiencia laboral y la edad, entre otros.
"Más allá de las limitaciones de la información disponible, resulta claro que estudiar tiene un correlato económico positivo -afirmó Juan Doberti, docente e investigador de la UBA-. Contar con datos rigurosos que corroboren esta asociación entre estudios e ingresos resulta muy importante no solo para las decisiones individuales sino también para las políticas públicas, por los beneficios sociales de la inversión educativa para el crecimiento económico y, especialmente, para la movilidad social ascendente, sobre todo en sociedades como la argentina, muy estratificadas en sectores relevantes como la salud, la vivienda, el trabajo", insistió.
La tasa interna de retorno
Los autores estimaron también la tasa interna de retorno (TIR) de la educación. Esta tasa muestra cuán rentable es la “inversión” de alcanzar un nivel educativo adicional (una tasa mayor a 0 indica que la inversión es rentable). Utilizando este cálculo, el informe encuentra que la TIR es mayor para aquellas personas con nivel universitario completo (8%) y con nivel universitario incompleto (1%) en comparación con quienes solo han completado el nivel secundario. Esto implica que los beneficios económicos de continuar estudiando son mayores al costo estimado por hacerlo.
Otro método utilizado en el informe para medir los “retornos” de la educación (conocido como la ecuación de Mincer) consistió en estimar cuánto aumenta porcentualmente el salario por hora por cada año adicional de educación. Para el caso argentino este valor es cercano al 10%: ante un aumento de un año de educación, los ingresos de la persona aumentan alrededor de 10%.
“Los certificados universitarios operan como señales en el mercado de trabajo -detalló Graciela Clotilde Riquelme, investigadora del CONICET-, pero es necesario sumar interpretaciones para profundizar estos abordajes: uno es considerar la estructura social y su influencia para lograr avanzar en el sistema educativo, y el otro es la heterogeneidad del aparato productivo que implica que los ingresos dependen no tanto del certificado, sino de las ocupaciones obtenidas. Por ello el origen de clase, la posición geográfica y la situación familiar marcan las posibilidades de acceder y desarrollarse en la educación, y allí los estudios de segmentación y segregación educativa muestran el avance de la desigualdad en las oportunidades de los ciudadanos”, dijo.
“El trabajo nos presenta una actualización sencilla de los retornos a la educación en Argentina utilizando un promedio de datos capturados por el Indec para los años 2019 y 2020” –remarcó Héctor Gertel, profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba-. “Confirma que el crecimiento de los ingresos alcanza su máximo alrededor de los 58 años de edad y luego se estabiliza o decrece, tal como lo propone la teoría del Capital Humano. El trabajo no compara estos resultados con datos de periodos de mayor normalidad para verificar si los mismos también presentaron abruptas disminuciones para el ingreso de los universitarios en la etapa final de su vida laboral”, aseguró.